Narcisa de Jesús Martillo Morán será proclamada santa por la Iglesia católica en la Plaza de San Pedro, en El Vaticano, y sus virtudes serán destacadas y sugeridas mundialmente como ejemplo a seguir, como ella hizo respecto de su antecesora Mariana de Jesús Paredes y Flores.

Luego del proceso de escrutinio de su vida y labor se la ha considerado merecedora de ese universal reconocimiento y al incorporarse al santoral como seglar nos hace presente que también en la vida común, fuera de los conventos, monasterios y abadías, es posible perfeccionarse en valores y virtudes.

En estos días, bien han hecho los medios de comunicación social en dedicar espacios importantes para destacar la historia personal de la Niña Narcisa, difundiendo su humildad, bondad y solidaridad, elementos esenciales para una convivencia social que apunte hacia la justicia y la paz, que tanto necesitamos.

Años atrás, sobre Narcisa había tenido oportunidad de leer varios trabajos biográficos y entre ellos, particularmente, los de monseñor Roberto Pazmiño Guzmán, el incansable y acucioso sacerdote que ha postulado su causa de santidad, desde Guayaquil, para el mundo.

En las últimas semanas, he tenido en mis manos un ejemplar del libro titulado Narcisa de Jesús La guitarra y la Cruz, una publicación de la Biblioteca de la Ilustre Municipalidad de Guayaquil, distribuida por Editorial Vistazo.

La obra es de la autoría del abogado Luis Padilla Guevara, experto en Propiedad Intelectual, también poeta y afamado compositor musical, que se estrena como escritor de alto vuelo, en el género de la novela histórica.

Este es un mundo muy sensible en el que la honestidad intelectual y el equilibrio de la justicia deben presidir el exigente trabajo de investigación profunda y acertada interpretación de los acontecimientos, que se llegan a conocer por pruebas o por indicios.

Allí, el campo de las deducciones compite con el de las presunciones y pueden producirse aciertos y errores, estos generalmente sin posibilidades de réplicas o aclaraciones, por parte de los afectados.

Hasta donde llegan mis conocimientos, el autor pasa las pruebas con altura y calidad, como da fe el prólogo de monseñor Pazmiño y la fácil, amena y documentada lectura que se realiza con fluidez e interés.

Me gustaron especialmente la ambientación geográfica, política y social realizada por el autor, así como sus personajes.

Nuestra Narcisa es impresionante y admirable. Le aseguro que vale la pena conocerla a fondo para comprenderla en sus decisiones, actitudes y bien obrar.

Es probable que entonces nuestro espíritu tenga una nueva visión de la vida y de la muerte y descubra caminos distintos, aquellos que se pueden transitar rasgando la guitarra sin dejar de mirar la cruz, en medio del trajín de las labores cotidianas.

¿Si la investigamos, nos convencerá Narcisa? ¿Sería tan amable en darme su opinión?