Eduard ama lo que hace, es un experto en la transformación de conflictos, que parece un monje. Calla, observa; cuando habla son palabras densas, llenas de sabiduría. Le encanta la polémica como modo de pulir y llegar al meollo de las palabras que unen y a la vez separan. Que dicen y no dicen, porque la realidad no se puede aprehender solo con ellas, hacen faltan las emociones, el cuerpo y el espíritu. Siempre tiene una respuesta original y benevolente para las situaciones inesperadas o incómodas. Encuentra el lado positivo de las cosas, de las circunstancias, de las personas. No transige con la violencia; a todo lo demás parece encontrarle siempre una posibilidad creativa. Es casado y tiene dos hijos adultos. Se adapta fácilmente, medita, resuelve, es rápido en las decisiones, crea redes. Descubre lo que une y comunica a quienes pueden trabajar juntos, no importa en qué parte del planeta se encuentren. El valor que más aprecia es la libertad, por eso ama provocar y sacudir las seguridades. Si algo no fluye no se atasca, no fuerza, se dirige por otro camino pero no olvida lo que quiere y adonde desea llegar. Es curioso y juega con los niños como uno más. Disfruta las conversaciones, no le gustan las despedidas porque en realidad no nos despedimos.

Estuvo en Guayaquil, reside cuando puede en Barcelona, para conversar con los  primeros estudiantes pandis de socorrismo y primeros auxilios de la Universidad Paz Urbana, próximos a graduarse en el Campus de la Paz de la Universidad Abierta de Cataluña que él coordina.

Y entregó los cascos blancos en una sencilla ceremonia a los seis pandilleros que fueron capaces de parar enfrentamientos violentos entre sus pares y encontrar salidas dialogadas y consensuadas a los problemas de sus grupos. “Ustedes quieren ser fuertes, y tienen razón. El conocimiento los hará fuertes, el diálogo y la aceptación de las diferencias los hará fuertes”.

La estadía de Eduard entre nosotros, por algunos días, fue un privilegio, porque nos enfrentó con nosotros mismos casi sin darse cuenta y lo llevó a él también a plantearse otros desafíos.

Trabajar y compartir con pandilleros puede parecer duro, arriesgado, no lo es más que el hacer frente a los constantes desafíos del día a día personal y colectivo.

Si en los enfrentamientos políticos que nos agotan y exasperan algo de lo que Eduard, asesor de los ministros de Justicia de América Latina y consultor de la Unión Europea, hace y vive se tuviera la voluntad de aplicar,  podríamos vislumbrar senderos de entendimiento en la sociedad ecuatoriana.

Es necesario dar paso a la razón y el sentimiento,  que no es lo mismo que racionalización y sentimentalismo. Si somos racionales, realmente racionales, nos convertiremos en científicos; si somos emocionales nos convertiremos en poetas, ambas son realidades bellas. Ambas harán el diálogo más fácil, será menos arduo entender al otro, habrá dificultades pero también compasión, dice Osho. Un científico poeta o un poeta científico es una combinación avasalladora. Y si a esa combinación le agregamos la política, tenemos un coctel embriagador.

La política necesita místicos, lo que parece sorprendente, pero si no se está atento a lo que pasa, si no hay un silencio interior que permita escuchar y registrar los hechos, interpretarlos y actuar, los tsunamis económicos mundiales y nacionales, las necesidades de libertad y autonomía personal y colectiva nos arrastrarán.