El país está atento para que se cumplan  los baratillos de ofertas. Si cumplen, serán entonces triunfadores; de lo contrario, nos uniremos para alzar nuestra voz.

Beatriz Calahorrano,
Quito

Pensemos un poco con relación al cambio del sistema monetario.
Pensemos un momento que mañana se dicte por decreto o por ley   la nueva moneda en Ecuador, cuya conversión con el dólar es 1 a 1.

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Ahora veamos el efecto económico en el país: usted ya no recibirá en el mes  dólares de sueldo sino la nueva moneda.

Tan pronto usted la recibe para protegerse de futuras devaluaciones, inmediatamente tratará de comprar 1.000 dólares, esto es 1 a 1. Pero lo que usted hará es exactamente lo que todos haremos.

¿Resultado?, la demanda de dólares superará la oferta y por tanto, la cotización en el mercado del dólar ya no será de 1, sino de 1,20; es decir que de la noche a la mañana sus ingresos sufrieron un deterioro del 20%.

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Al mes siguiente querrá usted hacer lo mismo pero, tanta sería la presión por el dólar que ya no estará a 1,20 sino a 1,40 y así sucesivamente, es decir que entraremos en un tobogán de macrodevaluaciones que nadie podrá parar.

Si usted compró su casa, su carro... y se endeudó en dólares, como la ley cambió, ahora tendría que pagar con la nueva moneda.

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Usted ganaba 1.000 dólares y cuando se cambió la moneda recibía  al cambio de 1 a 1, pero con las macrodevaluaciones, asumiendo que ya va por el 40%, ello significa que  ahora su valor real de mercado sería de 667.

¿Cómo paga la deuda si cada día el dólar subiría y usted tendría menos poder de conversión?

En resumen,  preparémonos para que en caso de que ocurra un cambio de moneda tengamos una hiperinflación que llevará a la quiebra a algunas empresas y a la desocupación a otros.

Las finanzas de un país no se administran con teorías sacadas de libros, sino mirando la historia de hechos pasados.

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Si se pretende eliminar la dolarización en  Ecuador, basta con revisar la historia de las décadas de los ochenta y noventa  para saber la película que tal vez muy pronto nos tocaría ver. 

Miguel Navia Murgueitio,
ingeniero, Guayaquil