Al desperdiciar la privilegiada oportunidad de transformar al Ecuador y al desestimar que la coherencia es una virtud que exige obrar con lógica y consecuencia con posiciones anteriores. No se puede criticar a la partidocracia y tener entre sus colaboradores más cercanos a quienes formaron parte fundamental de ella. Por ello, o se deshace de quienes colaboraron con la partidocracia o renuncia a seguir criticándola. Lo mismo cabe para los “pelucones” de su gobierno. Esto significa que la demagogia está por sobre la realidad.

Al irrespetar a quienes no piensan como él. Sus adjetivos descalificativos contra respetables asambleístas, llamándolas “viudas de la partidocracia” recuerdan a Jaime Baily cuando lo incluyó entre las “viudas de Reyes”.

Al criticar modelos de gestión de sus adversarios, que han sido eficientes, mientras propicia la formación de modelos similares. Criticó las fundaciones, señalando que eran privadas, a sabiendas de que no lo son y de que las audita la Contraloría, pero permite la creación de una sociedad anónima para el manejo del petróleo del Bloque 15 y de una sociedad mixta para la nueva refinería.

Con la vieja práctica de intervenir en Asambleas y Congresos y no propiciar nada serio para combatir la corrupción e ineficiencia judicial. Reemplazar sin más a unos jueces por otros, es una tomadura de pelo. Los ecuatorianos estamos cansados de que los jueces tengan dueños.

Al ejercer el poder propiciando el enfrentamiento entre ecuatorianos. La lucha de clases hace rato que fue superada en la historia. Es hora de unir, no de dividir.

Al mantener la vieja práctica de asustar a los ecuatorianos con anuncios irreales. Si los ecuatorianos deciden que el No triunfe en el referéndum, no es verdad que se va a reinstalar el Congreso de los manteles ni es verdad que va a volver el caos. Simplemente habrá nuevas elecciones y los nuevos diputados se encargarán de la reforma política.

Al dar muestras permanentes de prepotencia en su gestión. Los ecuatorianos queremos un estadista que oriente a la Nación. Ya tuvimos bastante con El Cortijo.

Al permitir que se gaste tanto dinero en publicidad. Con lo que ha gastado el Gobierno en publicidad se podrían haber resuelto muchos problemas de millones de ecuatorianos.

Al creer que los ecuatorianos somos ingenuos y que llenándonos de publicidad va a convencernos de que los túneles de San Eduardo, en Guayaquil, o la destrucción del infiernillo en Esmeraldas, son obras de su gobierno. Espere con paciencia que la historia agradezca su obra. No se apropie políticamente de las obras de los demás.

Al instaurar como política de Estado el sistema de contratación a dedo. La transparencia en la función pública exige licitaciones y concursos públicos, no contratos dirigidos.

En fin, señor Presidente, renuncie a esa concepción del poder que obnubila y que lo considera eterno. Esto le impide ver los horrores que pasan a su alrededor y que terminarán, incluso por omisión, por llevarlo o a la cárcel o al exilio. El ejercicio de la función pública siempre tiene un final. La rendición de cuentas, nunca.