La última, el  miércoles, fue todo un show. Correa les dijo vela verde al Ministro, a los subsecretarios, empleados y contratistas, que por su ineficiencia lo han hecho “perder popularidad”. Cuando los trabajadores respondieron que los retrasos se deben también a centenares de pipones que ingresaron con este Gobierno, amenazó a una empleada con despedirla por difundir mentiras, porque “solo” fueron setenta pipones.

Ese es Correa de cuerpo entero. Algunos creen que  no se da cuenta de lo que  hace cuando adopta estas actitudes. No es así.  Es perfectamente consciente. Es su modo de decirnos qué clase de ciudadanos quiere.

Ante todo, que entiendan el papel trascendental que él ha venido a cumplir en la Historia. Días atrás nos habló de su larga vocación de liderazgo, que lo hizo ganar desde chiquito todas las elecciones, excepto la de princesita de Navidad. Nos explicó luego que el ideal del cambio y el progreso  se ha encarnado en su persona.

La conclusión es obvia, debemos sentirnos agradecidos y darlo todo para que Correa tenga éxito. Ayudarlo a que conserve su popularidad se ha vuelto una cuestión de Estado, porque de eso depende nuestro futuro. Lo más importante no es que las obras se hagan porque el país las necesita, sino porque hay que hacer quedar bien al jefe.

Con un conductor así   no es tan grave que a uno lo denigren en público. Que insulte o les grite a sus subordinados   y a los periodistas, o se burle de ellos, es casi un honor desde su punto de vista. Lo importante es  hacer méritos para que  perdone al que se “equivocó” y le dé una nueva oportunidad.

Correa quiere ciudadanos que reciten correctamente el dogma correísta, que se reduce a cinco verdades: 1) Correa es imprescindible porque sin él no hay cambio. 2) El cambio es lo que Correa diga. Hoy puede ser rojo y mañana azul, si él lo dice. 3) Todos los que están contra Correa son enemigos del cambio, sobre todo los periodistas. 4) Los que critican a Correa mienten, así que escucharlos o leerlos es una pérdida de tiempo y una deslealtad al líder. Lo correcto es leer y escuchar lo que Correa aprueba. Nihil obstat. 5) No importa si uno acierta o se equivoca, lo importante es acertar o equivocarse con Correa.

En  resumen, el líder quiere ciudadanos que  no piensen como individuos sino como multitud, que no tengan un pensamiento crítico. La empleada del Ministerio de Obras Públicas que tuvo el coraje de denunciar la corrupción  hizo mal. En cambio hacen bien sus ministros, que aceptan sumisamente  no dar declaraciones  a los periodistas que él  ha vetado. Pero  si él mismo no se siente seguro y  no permite que  lo entrevisten los periodistas que le disgustan, qué podemos esperar de sus colaboradores.

En definitiva, el líder no  quiere que los ciudadanos crezcan. No le interesa que se eduquen políticamente. En el escenario democrático es lo opuesto a un profesor.
Le teme al debate y a que le digan en la cara lo que está haciendo mal.