El pueblo ecuatoriano ha mirado últimamente en la pantalla chica a distinguidos poetas, académicos y analistas sociales cumpliendo, en función de ministros, actividades extrañas a aquellas por las que ganaron reconocimiento. Uno apareció disertando sobre misiles aire-tierra y equipamientos de aviones. Otro, hablando de medicina forense con imágenes crudas para explicar lo que todos sabemos: los guerrilleros fueron ejecutados. Un tercero, defendiendo un texto de educación sexual que contiene afirmaciones que parecen sacadas de apuntes de estudiante de Obstetricia: “Aborto es la interrupción del embarazo antes de las 20 semanas” (los perpetradores del manual olvidaron copiar que de la semana 20 a la 26 también es aborto… “modus parto”). Ocupaciones insólitas para mentes brillantes; como asistir a una conferencia de Rambo sobre Lyotard y la posmodernidad, pero al revés.

Último acto: la semana pasada vimos a uno de ellos autorizando el uso de la represión policial contra los empleados de la Superintendencia de Compañías para reinstalar al profesor Arellano. La justificación oficial pública ha sido: “haré respetar la ley”, incluyendo la inverosímil advertencia de que cien bravos burócratas, aunque viejos, gordos o sedentarios podrían lastimar a doscientos policías jóvenes, entrenados y equipados. La interpretación del público ha sido: hizo respetar un deseo del Presidente. El discurso del Ministro asombra a quienes estimábamos la agudeza de sus comentarios políticos cuando era un intelectual.

Intelectuales en apuros y en contradicción. Difícil tarea: justificar todos los actos del poder e incluso realizar sus deseos personales. Aquí no hace falta el sacrificio de un Politzer. Pero el apresuramiento frívolo de un Heidegger, aunque perdonable, es inolvidable como enseñanza, sobre todo en este escenario político ecuatoriano en el que se ha impuesto la precipitación elevada a la categoría de causa patriótica. ¿Podrá el público volver a escucharlos y a leerlos cuando dejen sus funciones, de la misma manera que antes? Probablemente sí. Los ecuatorianos, como los enamorados, perdonamos y olvidamos para poder gozar la ilusión interminable de cambio y felicidad. Poder del amor y amor del poder: fenómenos distintos, igual espejismo, como lo descubrió Freud en tiempos de Politzer, Heidegger, Hitler, Stalin y Mussolini.

* Médico psiquiatra y profesor universitario.