El testimonio de Luis es uno de los que recoge la Iglesia evangélica para afirmar que un homosexual puede llevar una vida heterosexual, pero también para difundir su centro Camino de Salida, parte de una red latinoamericana que proclama  la “cura” del homosexualismo.

Funciona en el edificio Fórum, de Guayaquil. La matriz queda en Quito.
La dirigen pastores y sicólogos que citan a los homosexuales una o dos veces por semana para terapias ($ 5 por sesión),  hablan de la Biblia y las causas de su “desviación”. “El fin no es el matrimonio, sino que entiendan su género y  vivan como varones”, explica la psicóloga Verónica Izaguirre.

Sin embargo, hay quienes cuestionan sus métodos. Una mujer cuenta que le dijeron que, para que su hermana salga del lesbianismo, podían presentarle a un hombre que tiene problemas de adicción sexual. 

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Nelson Ballesteros, pastor de 50 años, también es consejero y –dice– “un homosexual rehabilitado. Fue duro comportarme como varón,  ya había tomado  la personalidad de una mujer”. Las hormonas le dieron senos,  formas y voz femeninas.

 Hace 26 años comenzó a acercarse a Dios, pero ha enfrentado “recaídas”. Desde el 2001 asegura que no ha tenido relaciones con hombres. Tampoco con mujeres. “Me ha faltado decisión, pero no rechazo a las mujeres”. En este centro hay hombres que se dicen rehabilitados, pero sin pareja.

En Huaquillas (El Oro) funciona el “internado” Nueva Vida (Tiwintza y García Moreno), donde  homosexuales deben cumplir un encierro total por un año. “Ahorita tengo a dos jóvenes, uno de 15 años y otro de 21.

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Tienen su  pabellón separado de los drogadictos”, admite Timoteo Zárate, quien se presenta como un “pastor” que pudo superar la homosexualidad.