La corresponsal en España de Ecuavisa lo anticipó con una mezcla de  resignación y pena la noche del  lunes: no ha habido cómo tener acceso  a la menor, ni siquiera se conoce su identidad porque la Ley española  protege a los menores en riesgo. Lo curioso es que no solo la Ley española protege la identidad de los  menores en riesgo, la ecuatoriana también lo hace (art. 52 del Código de la Niñez), aunque parece que a nadie le  importa ese “pequeño”  detalle.

Así que solo era una cuestión de tiempo: cuando la menor agredida por un racista en un metro de Barcelona se presentó a  declarar ante un juez, las cámaras y los reporteros  se le echaron encima.

La crónica de la prensa española es muy gráfica: “La chica entró en  el edificio judicial, protegida por un guardaespaldas y arropada por su madre y su hermana, que pidieron a los medios de comunicación que no grabaran a la joven, cuyo rostro se cubría en todo momento con el pelo, ni intentaran arrancarle declaraciones”.

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A las puertas del Juzgado de Sant Boi se han concentrado numerosos vecinos de la localidad, que han acudido a curiosear, atraídos por la expectación causada por la presencia de numerosos medios de comunicación, que han desplazado al lugar varias unidades móviles.

El circo mediático ha sido de tal proporción que la ministra de  Asuntos Exteriores de Ecuador, María Fernanda Espinosa, se sintió  obligada a pedir “a los medios de comunicación que no acosaran a la menor porque esta se  encuentra muy afectada por lo ocurrido e incluso ha tenido que cambiar de domicilio para evitar a la prensa”.

Algunos medios españoles respetaron  el pedido de los familiares y de la Canciller ecuatoriana, la mayoría no; sin embargo, se ha cuidado de no difundir la identidad de la chica.

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En nuestro país a estas alturas, ella se convirtió en carne fresca para la máquina. Conocida la identidad, se hizo lo de siempre: encontrar a los familiares para que hablaran de lo que sea. En tanto, el padre de la chica comenzó la noche del jueves en TC Televisión un recorrido por distintos sets de televisión. El nuevo espectáculo incluía, por supuesto, el clamor de los reporteros para que le den una visa humanitaria  al progenitor de la  agredida.

¿Hay más? Por supuesto. Las entrevistas al padre de la niña eran acompañadas por las imágenes de la agresión y la pregunta correspondiente “¿qué sintió al ver las imágenes?” La reacción, entendible, fue de “muchas iras contra el agresor”, “el deseo de acabar con él”.

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Pero lo que  es perfectamente entendible  en un padre, no lo es en profesionales de la comunicación de los que se piensa trabajan en televisión.  Hay que ver estas palabras de Fausto Valdiviezo de TC cuando encontró el sitio donde vive la familia: “De la agresión todo el barrio que la conoce desde niña quisiera viajar a España para dar al agresor lo que se merece”. Y más: “La hermana declara que Liz está  asustada, que incluso quiere regresar al Ecuador por temor a los xenófobos que abundan en España”.

Ojalá no haya quien tome  estas palabras al pie de la letra  y comiencen a generarse vendettas (algo que el juez no ha considerado en sus fallos) y sentimientos antiespañoles. Pero la irresponsabilidad con la que se actúa en pantalla es mucha.

Porque puede haber locos y xenófobos (como en todas partes), la actitud del juez español es incomprensible y el trato que dan las autoridades españolas es muchas veces denigrante, pero antes de cualquier cosa hay que considerar otras cosas como lo reflejan estas declaraciones del cónsul del  Ecuador en Barcelona. Freddy Arellano ha dicho que la familia se muestra muy optimista y muy reforzada por el apoyo recibido por el conjunto de la sociedad catalana.

Igualmente, consideran que su caso tiene que servir de ejemplo para que un incidente como este no se repita. El cónsul ha destacado también la postura del Parlamento y de la ciudadanía en general por su rechazo a esta agresión, aunque lamenta que  exista una minoría con actitudes racistas. Y eso es lo bueno de todo este episodio: han comenzado a revelarse más agresiones racistas que  estaban ocultas porque no había videos.

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Del otro lado es igual. El agresor disfruta de su celebridad mediática y se lo ha visto sonriente y provocador ante las cámaras como si se tratara de una estrella de rock. Sus amigos, además, han comenzado a filmar a los periodistas. ¿Con qué fin? No se sabe aún.

El asunto ha llegado a tal punto que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha condenado que  este personaje sigue haciendo declaraciones a los medios de comunicación y algunas, al parecer, con pago previo de su importe, lo que considera intolerable. Para hablar mal y rápido: hay medios que  están pagando al agresor por sus palabras. ¿Falta algo en este circo?

Por eso no es gratuito que  en la propia España, la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC) haya calificado de “desproporcionado, sensacionalista y morboso el tratamiento que TVE, Antena 3 y Tele 5 han dado a la  agresión racista en los Ferrocarrils de la Generalitat, tras recibir varias quejas por la emisión de las imágenes”.

El grupo de usuarios destaca también que  ese tratamiento “sensacionalista e injustificado es aún más grave teniendo en cuenta que se emitió en horario de protección reforzada”, entre las siete y  las ocho, hora española. “Hay una gran diferencia entre dar cuenta de la  actualidad y regodearse  en la emisión reiterada de unas imágenes violentas que  acaban convirtiendo el reportaje en una snuff movie”, consideran  desde AUC.

¿Snuff movie? Sí, esas películas que se suponen presentan crímenes reales para entretenimiento de algunos degenerados. Así nada menos.