Las paredes interiores de su casa, en el norte de Guayaquil,           están recubiertas por anaqueles de madera, con vidrios,  en cuyo interior reposan   las obras que ha  adquirido  a lo largo de los años. Su  vivienda  es   una    gran biblioteca. 

Izurieta es  un lector compulsivo. “Es algo que está más allá de mis dominios”, revela  este profesor de cultura contemporánea de la Universidad Católica de la ciudad, que gusta  de todos los géneros literarios pero    siente  especial    predilección   por las  biografías.  Por ejemplo,  posee 150 volúmenes  relacionados con la vida de Napoleón Bonaparte.

Comenzó a coleccionar  libros en los   ochenta, sin embargo  su relación con estos  se inició en la niñez, en   Salinas, donde nació. Recuerda que su abuelo, ya jubilado, se sentaba en la parte baja de la casa frente al mar, y leía siempre.

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No le ordenó    que leyera, pero estaba el ejemplo y a él  le dio curiosidad de  saber lo que concentraba  el interés del abuelo:  entre otros libros,   Los miserables,  de Víctor Hugo; y  La divina comedia,  de Dante Alighieri. La primera novela estaba en dos tomos, en una antigua edición de 1863; la segunda era una edición de 1894, ambas traducidas al español. Ahora estos ejemplares integran  la biblioteca de  Izurieta.

También influyeron en su vocación lectora los sacerdotes italianos que eran sus maestros de secundaria en el colegio Josefino Rubira de Salinas y  los libros de historia universal de José Carlos Astolfi. De allí nació su afición por las vidas de grandes personajes.

Izurieta es  una especie de catador. “Desde las primeras líneas me doy cuenta del estilo del autor. Un libro que no me gusta de entrada, es difícil que lo culmine. El  que me atrae lo leo sin pausa”, refiere.

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Su biblioteca no está clasificada, pero   la conoce muy bien. Sabe dónde está cada libro y   él mismo  se encarga de limpiarla. La colección ha  ido creciendo  poco a poco. “Leer es una aventura sin término. Tomas un libro y ese te lleva a otro libro y así vas de libro en libro”, cuenta este hombre, que dedica a la lectura     de tres a cinco horas diarias. No hay un día que no lea. Ni siquiera en fin de año.

Recuerda  que  hace una década   fue a un puesto de libros usados y vio una biografía de Paulina Bonaparte, la hermana de Napoleón.   En el momento que iba a tomarla alguien se le adelantó y la compró.

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Quiso comprársela al comprador, pero    no accedió y  entonces tuvo que montar  una  estrategia para conseguirla:  lo llamaba por teléfono y le ofrecía tres biografías a cambio de la de Paulina Bonaparte. Tras varios intentos, la negociación se concretó  a las 20:00 del 31 de diciembre. Llegó a  casa a las 21:00 con el libro  y lo  leyó de  un tirón.
Lo terminó a las 10:00   del 1 de enero. Solo hizo una pausa de media hora  para cenar a la medianoche con su familia.

Hablar de su  libro preferido le resulta   difícil, pero  nombra uno:  El hombre del Renacimiento,  de Ralph Roeder. Recomendar títulos   le parece   más   complicado todavía, porque depende de los gustos, dice.  Pero  cita a autores cuyas obras   lo       ha  impactado: Marguerite Yourcenar, Alberto Moravia e      Ítalo Calvino.