Eso de la provincialización de la península de Santa Elena y de la pretensión que asimismo tienen otros pueblos del Ecuador, engañados por politiqueros,  a lo único que lleva es a la división, a la confrontación entre hermanos ecuatorianos.
No estoy de acuerdo en que exista antagonismo y resentimiento entre una zona patria y otra. No apoyo ninguna provincialización.

José Camacho,
Salinas

Manifiestan que los peninsulares no estamos preparados para dirigir los destinos de la futura provincia 23.
Nos han dirigido políticamente la región manteniéndonos en el anonimato, donde hasta ahora nos quieren ver sometidos, y en épocas de elecciones jamás nos toman en cuenta, nunca nos pusieron en un puesto donde podríamos haber salido elegidos; jamás nos dieron la oportunidad para demostrar que somos bien parados para reclamar obras, derechos y obligaciones que entes estatales nos deberían cumplir.

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 Ahora va a ser diferente, tenemos otra mentalidad gracias a los centros de estudios superiores donde se están preparando nuestros nuevos líderes, a los que sabremos elegir y cuando estos sean nuestros representantes, seremos nosotros mismos los llamados a pedirles cuentas, a exigirles entrega por su pueblo y a que no caigan en mañoserías de ninguna índole.
 Demostraremos que somos capaces de escribir una nueva historia política económica y social en nuestra bella tierra que nos vio nacer.

Carlos Raúl Yagual Ramírez,
Salinas

La intención de alcaldes de la península de Santa Elena de crear una nueva provincia a base del cercenamiento territorial de Guayas ha creado –como era de esperar– una pugna política que se ha alimentado imprudentemente por el decreto presidencial que favorece aquello.

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Es innegable que la corriente separatista de la Península, gestada desde hace una década, ha venido creciendo por la concurrencia de dos fuentes: por la desatención de las autoridades municipales y de la provincia a las necesidades más apremiantes de los pueblos peninsulares; y por el deseo, y más que eso, por la ambición de caciques locales de disponer de su propio tinglado burocrático que les ofrezca oportunidades de mayor libertad para hacer uso de los recursos monetarios.

El progreso urbanístico de Salinas se debe a las inversiones foráneas, principalmente de guayaquileños. Lo que existe en el fondo de este asunto son intereses ocultos de quienes habilidosamente han desviado el descontento de los pueblos peninsulares para pedir la provincialización, en lugar de que esos pueblos exijan a las autoridades municipales mayor responsabilidad en sus funciones. Las autoridades provinciales han tenido también responsabilidad al no haber captado oportunamente lo que se veía venir con las manifestaciones a favor de la creación de la nueva provincia.

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 Cierta asociación voluntaria de profesionales en diversas ramas del desarrollo analizó este tema hace más de un año y preparó un proyecto titulado Autoridad de Desarrollo de la Península de Santa Elena, el cual fue presentado en La Libertad y Guayas con la idea de que una intervención oportuna de autoridades pudiera servir para hacer conciencia de que la provincialización no es la única posibilidad de desarrollarla, como tampoco la más conveniente, y que existen otras opciones como ese proyecto preparado por Asede (Asociación de Seniors para el Desarrollo del Ecuador). Este plan ofrece la posibilidad de un desarrollo más acelerado para la Península, con cierto grado de autonomía.

La decisión de crear la provincia 23 deberá ser tomada por el Congreso, donde probablemente no tendrá aprobación. Sin embargo, la aspiración de los peninsulares se mantendrá. De ahí que la creación de una autoridad o corporación autónoma de desarrollo, como la que se ha planteado, sería la solución.

Felipe Orellana Albán,
economista, Guayaquil