La calidad de la comida, la higiene y la dedicación son para el Ñato García el éxito de su negocio.

La palabra de Dios se ha convertido en el tema central de sus conversaciones desde hace cinco años cuando un “ángel” llegó a su casa, le leyó la Biblia y su pensamiento de la vida cambió.

Eduardo García Vergara, conocido sencillamente en todo Guayaquil como el Ñato García, comprendió que los acontecimientos vividos, en su juventud, como futbolista, y en su madurez, como exitoso empresario, eran –sin saberlo– una preparación para encontrarse con Dios.

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Ese ángel es Andrés Carrera, un joven maestro de la palabra de Dios que conoció a través de sus hijas. “Ahora mis negocios son de él (Cristo), por él y para él”, afirma este uruguayo que llegó hace 37 años al Ecuador para jugar en Emelec por tres meses una Copa Libertadores (1968), pero se enamoró del plantel y de Sarahmaría Villacrés, con quien se casó a los 22 años y tuvo cuatro hijos.

Las 20 horas de trabajo diario que dedicó en sus inicios para montar su primera parrillada en Urdesa lo convirtieron con los años en el propietario de otros seis locales  en Urdesa, Alborada, Kennedy, casco comercial y en los dos centros comerciales de Riocentro. Además, de franquicias en Quito y Cuenca.

Expresa que durante su actividad futbolística había visto pasar a muchos jugadores que al terminarse la carrera se les acaba la vida porque no saben hacer otra cosa. “Yo no quería esa vida de incertidumbre para mi familia, el vivir pendiente de un resultado”, manifiesta García, quien militó y se desempeñó como jugador en el equipo eléctrico desde el 68 hasta el 79 (a mediados de este años asumió la dirección técnica en reemplazo de Guillermo Reinoso).

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En este último año decidió dejar lo que hasta ese momento era su pasión, el fútbol, y montar La Parrilla del Ñato, negocio que hoy cumple sus bodas de plata (25 años).

Recuerda que  empezó con ocho empleados, pero a las dos semanas debido a la aceptación debió contratar a 40 más. Hoy sus negocios cuentan con  300 personas.

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El último de cuatro hermanos –el Ñato García, apelativo que se ganó desde los 14 años–, vivía en un pueblo pequeño llamado Semillero, perteneciente a  Colonia.

“Era pobre pero no me faltó nada, nunca tuve un juguete ni lo necesité”, asegura García, quien recuerda que al terminar la primaria con su hermana gemela escuchó a su padre que le decía a su madre que no podía mandar a estudiar a los cuatro hijos.

“Al siguiente día le dije a mi padre que no quería estudiar sino trabajar. Fue la única vez que le pedí dinero para ir a Colonia, y ese mismo día conseguí mi primer trabajo como carpintero”. A los 14 años sabía hacer puertas y ventanas.

Añade que las posibilidades de estudio eran mínimas, “pero Dios me dio la mano de una manera tan hermosa. Ahora comprendo, mamá me inculcaba esa semilla de amor a Dios”. Predicar la palabra de Dios es ahora su pasión, “porque quien no abre la Biblia es un ignorante”.

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La palabra de Dios dice: Busca que la gente sea feliz y lo demás vendrá por añadidura, por eso es maravilloso, porque tus temores y angustias se van y te llenas de paz y de gozo.
Eduardo García,
el ‘Ñato’ García