Ahora que nos hallamos en la culminación de las fiestas octubrinas, el pueblo guayaquileño realiza un inventario de lo que ellas significan para el hombre multitud. De lo que aportan para la urbe huancavilca, tanto en bienes materiales como en proyección espiritual. Valga decir, lo que vuelve a la nuestra “más ciudad”.

En primer lugar, destaco que antiguamente los “regalos” a la ciudad en las fiestas de nacimiento a la libertad los realizaba esencialmente el Gobierno central. Ahora los regalos más significativos se los hace ella misma, por medio de la propia administración. Incluso, muchos de los presentes antiguos eran solo de polvo y ceniza que el tiempo se los llevaba.

Prosiguiendo con esta nueva costumbre de servir a nuestra ciudad en todos los campos de su competencia, la Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil ha llevado a cabo obras que se distinguen en los rubros más variados: regeneración urbana (parques y áreas verdes), lotes con servicios, salud, legalización de terrenos en sectores populares, medio ambiente (estero Salado), Cultura (Festival de Artes al Aire Libre, edición de libros), Acción Social y Educación; remodelación de locales y reconstrucción de jardines del aeropuerto, Metrovía, Contrato de la nueva terminal terrestre, Obras públicas viales, pavimentación y adoquinamiento de calles… Y un etcétera largo, cuya lista abarcaría muchas páginas.

Tiene especial importancia el hecho de que nuestra Municipalidad ha tomado a cargo la realización de obras públicas que debieron realizar otras entidades que por alguna razón no las llevaron a cabo.

En este país donde la mezquindad y la guerra a muerte entre los partidos políticos son cuestión habitual, la conducta solidaria del ayuntamiento guayaquileño parece evidenciar la adopción de la divisa “Obras son amores, y no buenas razones”. Sin embargo, es de justicia destacar que cabildos de otras ciudades hacen esfuerzos loables para cumplir obras sociales y dar a sus labores rostro humano. Tal es el caso de la Municipalidad de Quito, presidida por el alcalde Paco Moncayo. Si así llueve, que no escampe. Y que el buen ejemplo cunda.

Para que ocurra así y desaparezcan para siempre de los gobiernos municipales la demagogia y la mezquindad politiqueras, será necesario dar un giro de 90 grados en la orientación de los gobiernos locales, aplicando políticas creativas y a la vez solidarias con el hombre multitud.

Todo esto, para que se cumpla el anhelo “Por Guayaquil Independiente y solidario”.