El 20 de septiembre de 1978 Joseph Ratzinger  arribó a Guayaquil delegado por  Juan Pablo I para presidir los actos conmemorativos del II Congreso Mariano Nacional, que se desarrolló hasta el 25 de ese mes. Estuvo en varios eventos, en diversos escenarios y hasta paseó por las calles de la ciudad como turista.

Obispos, sacerdotes y ciudadanos ecuatorianos tienen especiales recuerdos de Joseph Ratzinger, desde ayer papa Benedicto XVI, pues el 20 de septiembre de 1978 arribó a Guayaquil delegado por  Juan Pablo I para presidir los actos conmemorativos del II Congreso Mariano Nacional, que se desarrolló hasta el 25 de ese mes. El hoy Pontífice estuvo en varios eventos, en diversos escenarios y hasta paseó por las calles de la ciudad como un turista cualquiera.

En el acto de bienvenida, Ratzinger, quien era arzobispo de Munich (Alemania), dijo sentirse “muy contento de traer el saludo  del Santo Padre y de todo el pueblo católico de Alemania, pues en conjunción de oraciones y acciones lograremos llegar a Dios”.

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El 22 de septiembre, el Municipio de Guayaquil lo declaró huésped ilustre y le entregó las llaves de la ciudad. El Consejo Supremo de Gobierno lo condecoró con la Gran Cruz en la Orden Nacional al mérito. Ese día expresó: “Estoy convencido que esta confianza en la providencia divina será beneficiosa para el Municipio de Guayaquil, como también para toda la nación ecuatoriana... Son mis mejores deseos y oraciones fervientes”.

Dos días después, el cardenal Ratzinger presidió un acto multitudinario en el estadio Modelo de esta ciudad, al finalizar las actividades del Año Mariano Nacional.

Monseñor Hugolino Cerassuolo, hoy obispo de Loja y en esa fecha auxiliar de la Diócesis de Guayaquil,  leyó la palabra de Dios en el evento religioso, además lo invitó a conocer la urbe. Él narró:

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“Estábamos en la Casa Arzobispal y le ofrecí salir a dar una vuelta. Me dijo con mucho gusto. Me fui a sacar el carro, pero me pidió que camináramos. Casi me desmayo, pues había mucha delincuencia y quise llamar a la Policía.

“Estuvo sereno, fuimos por Luque y salimos al Centenario, que era un sitio peligroso, pero encontramos a varias personas buenas que nos cuidaban. Luego, por Nueve de Octubre avanzamos a Chile y volvimos a la Catedral.

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“Conversamos amenamente. Tenía una serenidad y humildad increíbles. No es efusivo, pero es bondadoso. Hablamos en mi chaupi (medio, poco) alemán. Le referí de la ciudad, de los incendios y otras cosas. Él siempre me decía schoen,  schoen (hermoso).  Dijo que aquí se nota vida cristiana y por eso estamos complacidos en ayudar”.

Cerassuolo mencionó que la Arquidiócesis de Munich es la madrina de las diócesis del Ecuador y desde antes de la visita de Ratzinger hasta ahora canaliza mucha ayuda para diversas obras.

El padre Stanley Henriques Cornejo, vicario episcopal y párroco de la iglesia Nuestra Señora de la Alborada, expresó que en este momento es lo más oportuno que el cardenal Ratzinger esté frente a la iglesia por toda la formación que tiene, por todo el conocimiento teológico y porque es un hombre que ha mostrado  gran entereza.

“Para los guayaquileños es  motivo de alegría también porque el cardenal Ratzinger estuvo aquí, en 1978, entonces era arzobispo Mons. Echeverría... Tuvo una participación en nuestro santuario de la Alborada, porque fue el que dio la iluminación a toda la devoción teológica de Nuestra Señora de la Alborada que no existía”, destacó.

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Ratzinger hizo la consagración de ese santuario.