La obra de Juan Rulfo cumple cincuenta años y en todo ese tiempo ha seguido acaparando lectores. La historia de un hombre en busca de su padre en un pueblo de ánimas, sin tiempo, ni espacio, ese es el argumento de la novela de este autor que se editó en 1955 y que emerge como un clásico.

Una novela que cumple cincuenta años sin ser olvidada ni perder lectores, ¿es un clásico? ¿O hablamos de un clásico cuando la obra une  individualidad y universalidad?

Pedro Páramo puede ser un clásico. Cumple cincuenta años y según su autor, Juan Rulfo, es tan universal en su argumento como puede ser un hombre que va en busca de su padre, de su infancia.

Publicidad

Para eso llega a Comala “alguien” que no tiene ni nombre ni cuerpo y que va en busca de “alguien” que sin cuerpo encarna en todos los cuerpos invisibles: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo...”.

¿Qué es lo fascinante de esta novela que en sus borradores se llamaba “Los murmullos” y que se editó en 1955?

Talvez lo que Juan Rulfo ha dicho de ella en diálogo con Joseph Sommers:

Publicidad

“Se trata de una novela en que el personaje central es el pueblo. Hay que notar que algunos críticos toman como personaje central a Pedro Páramo. En realidad es el pueblo. Es un pueblo muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos, y aun quien narra está muerto. Entonces no hay un límite entre el espacio y el tiempo. Los muertos no tienen tiempo ni espacio. No se mueven en el tiempo ni en el espacio. Entonces así como aparecen, se desvanecen. Y dentro de este confuso mundo, se supone que los únicos que regresan a la tierra (es una creencia muy popular) son las ánimas, las ánimas de aquellos muertos que murieron en pecado. Y como era un pueblo en que casi todos morían en pecado, pues regresaban en su mayor parte. Habitaban nuevamente el pueblo, pero eran ánimas, no eran seres vivos”.

Juan Rulfo se aproximó a lo distante y cercano, gélido y cálido que contiene la muerte, no a través de la literatura latinoamericana o latina, sino a través de los mundos oscuros de un autor que ha sido olvidado, el noruego Knut Hamsun y su obra cumbre: Hambre; u otra autora que apenas hoy se lee, también nórdica, Selma Lagerlöf. En la aspereza de su mundo, encontró la modificación que la muerte podía imprimir al ambiente luminoso y ferviente de México.

Publicidad

“Un mundo brumoso, como es el mundo nórdico” que, al mismo tiempo, “me sustrajo de esta situación tan luminosa donde vivimos nosotros –este país tan brillante, con esa luz tan intensa. Quizá por cierta tendencia a buscar precisamente algo nublado, algo matizado, no tan duro y tan cortante como era el ambiente en que uno vivía”.

A este aprendizaje literario sumó otro; la muerte cercana: su padre y todos los hermanos de su padre fueron asesinados, en el marco de un fanatismo irracional que fue más allá del hecho político de la revolución mexicana: la guerra religiosa de los “cristeros”.

Pedro Páramo contiene esa sensación de cumplimiento del destino que parece habitar en el corazón de los latinoamericanos. Una terquedad por cumplir el destino: morir en pecado.

Esa terquedad con que se ha de cumplir el destino, que vuelve a aparecer en otro personaje latinoamericano, el coronel en García Márquez, que sentencia, invencible, que comerá “mierda” pero no echará a la olla de agua hirviendo su único gallo de pelea.

Publicidad

En Rulfo, como en García Márquez, lo que se cuenta es una derrota que no acaba ni con la muerte, una derrota infinita. En los dos hay un trasfondo que ancla su obra a la tierra y a la historia: la violencia política en América Latina que aparece como un hecho de una cruel irracionalidad.

Afirma Juan Rulfo:

“Yo tuve una infancia muy dura, muy difícil. Una familia que se desintegró muy fácilmente en un lugar que fue totalmente destruido. Entonces viví en una zona de devastación. No solo de devastación humana, sino de devastación geográfica. Nunca encontré ni he encontrado hasta la fecha, la lógica de todo eso. No se puede atribuir a la Revolución. Fue más bien una cosa atávica, una cosa de destino...”. Juan Rulfo nació en Jalisco en 1918 y murió en enero de 1986. Escribió poco, habló poco, apareció poco en público. No era huraño. “Lo que pasa es que yo trabajo y no tengo tiempo para hacer vida social. Voy de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa. No es que sea propiamente un solitario”.

Dos libros suyos componen su bibliografía: los cuentos de El llano en llamas (1953) y la novela Pedro Páramo (1955). Escribió una historia que fue llevada al cine con guión precisamente de García Márquez: “Gallo de oro”. Y anunció una novela que nunca circuló: “La Cordillera”. Por lo demás, está una serie de trabajos en antropología, su correspondencia y apuntes y una vasta obra fotográfica.