Todo residente en Ecuador, en menor o mayor grado, es un consumidor que aporta directa o indirectamente al erario nacional y al desarrollo del país; razón más que suficiente para merecer un trato digno, precio justo, control de calidad, cumplimiento de normas técnicas y de higiene, sin tretas publicitarias que oculten o adornen falencias de los productos.

Lo anterior amerita una rigurosa vigilancia, es un trabajo para dinámicos defensores del pueblo, positivos, entusiastas, que tomen su labor con motivación y no por obligación; que encuentren una brillante oportunidad para servir en el sitio de necesidad, no solo en el escritorio donde se repiten las mismas quejas.

Por ejemplo, revisar quejas como que en ciertas cadenas de supermercados venden como oferta yogur, embutidos, lácteos, con su fecha de vencimiento caducada.

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O sobre abusos al facturar el consumo del líquido vital que suman un 90% por concepto de alcantarillado, más un adicional encareciendo el servicio en un 100%; cuando el alcantarillado debería tener un valor fijo establecido y no depender del agua que se consume.

O revisarse las quejas sobre las diferencias tarifarias aplicadas por las empresas de telefonía móvil a sus usuarios, sin acatar el derecho igualitario ordenado por la Constitución, al que sí apelan cuando el Consejo Nacional de Telecomunicaciones las sanciona.

O acerca del cobro indiscriminado que hacen instituciones financieras por intereses de los préstamos que conceden, en un país quebrado económicamente, donde ahonda la situación por la corrupción de autoridades encargadas de los controles.

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Ojalá estos ejemplos sirvan para despertar conciencias dormidas y se empiece a defender al consumidor.

Ing. Com. Fernando Guzmán Martínez
Guayaquil