Ochenta y cinco  personas reciben atención médica y espiritual de parte de las Hermanas de la Caridad.

En la última etapa de sus vidas, no tenían un techo con qué cobijarse. Sus familiares los abandonaron por diversas razones y enseguida les llegaron las enfermedades y caprichos típicos de la tercera edad.

Estos 85 ancianos que pasaron días en las calles o en el hospital Luis Vernaza descubrieron que la grandeza de Dios existe a través del cuidado que les dan seis misioneras de la Caridad, Madre Teresa de Calcuta, en el asilo del mismo nombre situado en la cooperativa Unión de Bananeros del Guasmo Sur.

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El sitio no tiene lujos. Solo camas de una plaza y de fierro para el descanso de los ancianos, duchas, servicios higiénicos, comedores, roperos y veladores grupales de cemento.

Su principal riqueza es la ayuda que ofrece, tanto en lo material como en lo espiritual. La primera se evidencia en las paredes, pisos y patios.  La segunda se presenta en los rostros y testimonios de personas como Enrique Flores, de 75 años, quien dice sentirse seguro, confiado y sobre todo, feliz de saber que “Dios nos da fuerza y valor para seguir adelante, cuidarnos y cuidar a los demás”.

Este hombre que tiene una herida en su pierna izquierda, debido a que fue atropellado, hace casi 8 años, dice que llegó al asilo después, en 1996, porque la “madre Radma”, directora del centro en aquella ocasión, lo trasladó de su casa hasta este centro porque vivía solo sin nadie que lo cuidara.

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Recibió asistencia médica, comida y sobre todo asesoría espiritual. Desde ese momento, relata, empezó a colaborar con las hermanas ayudando a los demás ancianos. Ahora lo hace muy poco porque tiene una hernia.

“Les doy un vaso de agua cuando me lo piden, les pregunto si quieren algo de comer o si tienen alguna necesidad de ir al baño, y cuando las fuerzas me daban los levantaba del piso cuando se caían de la cama”, comenta.

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Flores, al igual que Bartolomeo Serrano, considerado el joven del grupo porque tiene 40 años, dice que espera el momento en que Dios lo lleve. No le teme a la muerte porque “esa es la siguiente vida, es la felicidad eterna”.

Serrano, en cambio, padece de epilepsia y fue recogido hace cinco años del hospital Luis Vernaza.

La hermana Valentín Saxo, directora de la institución, recuerda que la mayoría luce delgado y pálido; pero después “con cariño, medicinas y comida se reponen”.

Tal como ellos, los demás ancianos, que en su mayoría tienen discapacidades físicas e intelectuales, se sienten regocijados en el amor y la esperanza que le brindan las Hermanas de la Caridad, quienes llegaron a la ciudad hace 16 años, dirigidas por la hermana Malica, con el fin de seguir los caminos de su fundadora, la Madre Teresa de Calcuta.

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Hasta ahora, el asilo se mantiene con las donaciones que realizan personas y empresarios.