Diez nuevos estados europeos fueron incorporados recientemente a la Unión Europea (UE). Con excepción de Chipre y Malta, los demás pertenecían a la esfera de influencia de la hoy extinguida Unión Soviética. Para el 2007 a esta lista se sumarán otros dos países que también permanecieron por décadas bajo la sombra soviética: Rumania y Bulgaria. Hechos estos últimos sin precedentes, que fueron posible únicamente como consecuencia de la caída del Muro de Berlín.

La población de la nueva Europa sobrepasará ahora los 450 millones de habitantes, mientras que su territorio se expanderá en 25%, lo que la convertirá en un espacio geoeconómico de enormes dimensiones. Sin embargo, aún persisten importantes diferencias en su interior. Así, por ejemplo, el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita de Polonia, el más grande de los nuevos países incorporados, es 10 veces menor que el de Luxemburgo. Estas disparidades hacen que con la incorporación de los nuevos países el PBI de la nueva Europa apenas crecerá en 5%.

Uno de los desafíos será el financiamiento y el aumento del gasto comunitario en fondos y subsidios. El presupuesto de la UE subirá 10%, con lo que su total bordeará los 110.000 millones de dólares. No obstante ello, las naciones del Este europeo apenas aportarán 15.000 millones de dólares anuales a pesar de que recibirán en transferencias directas algo así como 40.000 millones de dólares como contribución a los procesos de reformas que deberán iniciar. Y es que los nuevos invitados a la mansión europea deberán prácticamente transformar todo su andamiaje económico, administrativo y social con miras a cumplir con los exigentes objetivos macroeconómicos que se les exigirá. La libre circulación de los trabajadores deberá esperar al menos 7 años, con excepción de los nacionales de Chipre y Malta.

Probablemente el ajuste más complejo será el que tiene que darse con la red de instituciones y organizaciones que dan soporte a la UE. ¿Seguirán algunas de estas entidades contando con igual número de cabezas como el número de miembros de la Unión? ¿Podrá funcionar un Consejo Europeo, una Comisión Europea y un Tribunal de Justicia con 25 miembros, uno por cada país? ¿O, finalmente, se dará un salto cualitativo en esta área y se confiará la responsabilidad de ellos a un número más reducido de funcionarios o magistrados? Probablemente no.

Igualmente parece lejana aún la posibilidad de que UE tenga una política exterior única. Para ello se necesitará que cada nación renuncie al manejo de sus asuntos externos en beneficio de un solo funcionario. El último conflicto en Iraq dejó en claro las diferencias que aún persisten en materia de política externa. En esa perspectiva, los EE.UU. y probablemente otras potencias menores como Rusia y otras en gestación como China, podrán encontrar cierto respiro. La fortaleza económica de la nueva Europa aún no encuentra una expresión en el mundo en términos de una presencia política determinante.

Para ello los europeos deberán invertir más, mucho más, en armamento. Algo que al parecer está aún más lejos.