Uno de cada diez ecuatorianos pide al banco un préstamo para pagar otras deudas.

Allí nace la cadena de un endeudamiento que tiende a alargarse. 
Fausto N. (nombre ficticio) cuenta que en 1994 vendió su Trooper y pidió un crédito a un chulquero (prestamista informal) para abrir una sucursal de su restaurante en el sur de Quito. No revela los montos, prefiere mantenerlos en reserva, pero asegura que en el 2000, con la dolarización, “la deuda se hizo impagable”.

La presión del chulquero le obligó a pedir un crédito en el banco, pues el ingreso del negocio de las comidas no resultó tan rentable como para pagar la deuda.

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En el país, según el reporte de Pulso Ecuador, aunque la mayoría de la cartera está en manos del sector financiero formal, el 4,3% de los hogares endeudados obtuvo el crédito en el sector informal.

Ahora, cuatro años después, Fausto N., aunque ya pagó al banco, mantiene la deuda con el chulquero. Ahora el pago es más urgente, porque después de casi diez años de “buenas relaciones“, el chulquero se podría quedar con las escrituras de la casa de su cliente, que, en estos días, espera que otro banco le facilite un nuevo crédito para pagar.