Tres ejes tuvo la obra literaria de la famosa escritora norteamericana Patricia Highsmith (1921-1995): la culpa, la mentira y el crimen.

A esos ejes la directora italiana Liliana Cavani (Portero de noche) añade agudeza y precisión para construir en imágenes una sutil y cuidada historia que mezcla sagacidad, violencia, ternura, crueldad, suspenso, estética y clase.

De esa manera, Cavani alcanza una película excepcional: El amigo americano (Ripley’s game o El juego de Ripley).

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Pero Cavani solo pudo haber logrado ese nivel asumiendo la esencia de la narrativa de Highsmith y de su personaje mejor y más profundamente logrado: Tom Ripley, un ex convicto y asesino bisexual. Se trata de un hombre frío, brillante, implacable, manipulador y perverso, pero, simultáneamente, de un amante sobrio, generoso, leal, tierno, que a los ojos de quienes no conocen su pasado puede verse como un individuo casi inocente. Casi puro.

Extraños cruces de la naturaleza humana los que se producen en la psiquis de Ripley, gracias a la minuciosa y paciente exploración que Highsmith hiciera de los sentimientos de culpabilidad y de cinismo que alberga un criminal inteligente.

En el filme El amigo americano, Cavani adapta con maestría y perspicacia aquellos extraños y sorprendentes desencuentros en la personalidad de Ripley, tan bien trabajados en las cinco novelas que Highsmith dedicó a su antihéroe (¿o héroe?).
Para interpretar un ser tan complejo está el actor John Malkovich, quien asume el desafío de mostrar y, sobre todo, hacer sentir al espectador todo el laberinto interior de Ripley: un hombre que odia profundamente, que mastica lentamente sus rencores, que pule sofisticados e infalibles métodos para asesinar, que ignora prejuicios o remordimientos, que es cruel hasta lo inasible y que, minutos antes o después del acto más vil, se convence a sí mismo de que posee una conmovedora candidez en su vida privada y una sorprendente capacidad de amar a una mujer que parece una proyección de las ocultas facetas de un asesino que se vuelve dulce, sensible y exquisito para las artes y la cultura.

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El amigo americano es de aquellas películas en las que el espectador no puede ser indiferente. Hay una manera exacta de que cada personaje encaje en la historia como en un perfecto rompecabezas. Hay una forma de contar donde no se hacen concesiones al espectador. Hay rupturas maravillosa y violentamente planteadas: la delicadeza de la música clásica, el sonido nostálgico del clavicordio, la ternura del amor y la belleza de los paisajes rurales interrumpidos abruptamente por secuencias de máxima tensión, dolor, sufrimiento, tortura psicológica, muerte, impunidad.

Los críticos dicen que con El amigo americano, Cavani, Malkovich y Highsmith logran un “drama insuperable” y dejan para el olvido la poco consistente película The talented Mr. Ripley (1999), en la que el joven actor y productor Matt Damon cometió un equívoco de escasa verosimilitud.

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Gracias a Cavani y Malkovich, y a un guión cuidadosamente elaborado, la historia de Ripley resulta convincente, provocadora, redonda, contundente. Por eso, nadie se atreva a entrar a la sala de cine con canguil y coca-cola. Hay que estar muy atentos porque en cada uno de los espectadores puede haber un Ripley agazapado.