Una tradición familiar  convirtió a esta mujer en una hábil restauradora de figuras religiosas.

De octubre a diciembre, de todos los años, el taller que dirige María Georgina Andrade de Aguirre en Los Ríos y General Gómez adquiere un gran movimiento.

Son muchas las personas que acuden a dejar las efigies del Niño Dios, de María, San José y otras que representan a los protagonistas del episodio bíblico de Belén, para que la hábil artesana les dé un retoque de pintura o repare de algún accidente que hayan sufrido.

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El propósito es que los nacimientos luzcan mucho mejor en época navideña, gracias al embellecimiento que María Andrade y sus colaboradores realizan en cada encargo.

Rodeada de efigies entre las que destaca la del Niño Dios en diferentes tamaños, la diestra restauradora atiende a quienes buscan sus servicios, supervisa trabajos,  hace sugerencias a quienes integran su grupo y  también se concentra en los colores y  detalles de una figura que pone en sus manos.

María Andrade, oriunda de Bahía de Caráquez, Manabí, recuerda que como  alumna  de la escuela La Inmaculada de su natal ciudad le gustó el dibujo y la pintura. Luego vino a Guayaquil para trabajar en la casa de la familia Segale.

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Aquí conoció a su esposo, Miguel Ángel Aguirre Álvarez, que se convirtió en padre de sus hijos y la ayudó a criarlos correctamente.

Con nostalgia y cariño evoca a su suegro Miguel Ángel Aguirre Sánchez, quien estableció hace algo más de 70 años la Clínica de las Muñecas, nombre original del taller en el que laboró y luego heredó su fallecido esposo,  y que ahora está bajo su responsabilidad.

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Aunque a su suegro no le gustaba que permaneciera en el taller, ella se las ingenió para estar cerca y aprender los
secretos del oficio.

Siguió estudios de economía doméstica, decorado y pastillaje,  pero al morir el jefe de casa  prefirió dedicarse de lleno a la restauración, cuyas labores comparte con sus hijos Lourdes y Gustavo y sus hermanos Oswaldo y Patricio.

Muchos clientes
El  taller parece una colmena en estos días; nadie está quieto porque todos quieren cumplir con las tareas asignadas y que todos los clientes se vayan satisfechos. Enmacillar, encolar, lijar, pintar y el acabado son pasos que dominan  los integrantes del taller.

Mientras detalla los principales materiales que utiliza, como  la masilla, el aceite de linaza, los colorantes, el barniz, los polvos plateado, perlado y dorado o purpurina, esmaltes y otros, María Andrade iniste en que siempre cobra barato, porque su mayor satisfacción es ver al cliente contento y sentir que Dios le recompensa el cuidado que pone al trabajar con imágenes que expresan la fe católica.

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Antes se cobraba desde 2 hasta 30 sucres por un arreglo; posteriormente el costo de un trabajo tenía como límite  30 mil sucres. Actualmente entre 12 y 15 dólares en imágenes pequeñas y 180 dólares las grandes. Todo está acorde con el daño y tamaño de la escultura.

Con una sonrisa de culpa acepta que por accidente   un par de ocasiones las esculturas entregadas para su restauración cayeron de sus manos y el daño resultó mayor.  Ahí sí confirmó aquello de  ‘más cara la mecha que el candil’, y hubo que hacer las cosas lo mejor posible para recuperar la obra original. 

Aclara sin embargo  que con ella no funciona la sentencia de ‘en casa de herrero cuchillo de palo’, porque la imagen del Niño Dios de la familia siempre está bien atendida y la traslada desde la habitación hasta el taller,  para que ‘comparta’ con sus ‘hermanitos’, que llegan accidentados a recibir curación.

MUY PERSONAL

Nombre: María Georgina Andrade viuda de Aguirre.

Lugar y fecha de nacimiento: La ciudad de Bahía de Caráquez, provincia de Manabí, el 15 de septiembre de 1942.

Esposo: Miguel Ángel Aguirre Álvarez (ya fallecido).

Hijos: Gustavo Enrique, Lourdes Alexandra y Santo Eloy Vera Andrade. Tiene además varios nietos y un bisnieto.